20 y 20: Tributo a un grande de la canción popular: Antonio Tormo.
El rancho ‘e la Cambicha.
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Dice Armando Tejada Gómez, el recordado poeta mendocino: A los cabecitas… nos decían también “veinte y veinte”, porque cuando estalló Tormo habían puesto en los boliches las máquinas de discos con monedas y los gallegos decían que íbamos a poner “veinte pa’ la pizza y veinte pa’Tormo.
Y efectivamente así era: en 1950, cuando Antonio Tormo grabó El rancho ‘e la Cambicha, el disco se vendió por millones. Cinco millones de copias. Nunca antes, y muy pocas veces después, un cantor popular habría de recibir el fervor popular en número tan elevado. Millones de discos, para la época en que había muy pocos reproductores de discos 78 rpm en propiedad individual, obliga a aceptar la idea de que en todas las casas en la que había un tocadiscos, había una copia de “El rancho ‘e la Cambicha.”
Antonio Tormo nació en Mendoza, en Maipú, en un barrio de trabajadores de la bodega Giol, el 18 de setiembre de 1913. Sus padres se radicaron en San Juan a los pocos años de nacer Antonio. Así, será cantor de Cuyo, pero su mote habría de ser: “El cantor de las cosas nuestras.” El lector podrá encontrar la biografía artística de este cantor popular en su página: Antonio Tormo.
Cuando en el 55 es derrocado Perón, Antonio Tormo es prohibido por el gobierno militar. ¿La causa? Está escrito en la propia página web del cantor que “fue silenciado por cargar con la culpa de su enorme popularidad.” Nada más exacto: Antonio Tormo era, en la música popular de entonces, el representante de un tipo humano bien determinado: el hombre sencillo de provincias; un tipo humano que fue el substracto de toda la acción del gobierno peronista; un tipo humano que fue (y en mucha medida sigue siendo aún) el objeto de un estúpido racismo nacido de un clasismo a ultranza. Los cabecitas entonces, o quienes fuimos los hijos de los cabecitas después, sentíamos a Antonio Tormo como a uno de los nuestros. Fue silenciado, pero nunca fue olvidado. Así que, como tantas otras cigarras de nuestra música popular, surgió de la tierra una y otra vez, para cantar. Para cantar “las cosas nuestras”. Falleció el 15 de noviembre de 2003, a los noventa años de su edad.
Cita la nota necrológica que en su momento le dedicó Clarin estas palabras del cantor.
“En algún momento se me conoció como El cantor de los cabecitas negras porque venía desde el interior a Buenos Aires, como tantos millones de argentinos que emigraron de sus provincias para trabajar. Siempre me alegré de que me llamaran así —aseguró el año pasado—. Cuando en 1997 León Gieco me ofreció hacer un disco después de casi 13 años en los que no grababa, quise llamarlo 20 y 20 porque siempre sentí que los cabecitas tenían 20 centavos para una porción de pizza y otros 20 para escuchar una canción mía en una máquina de la época”.
Fuente: Clarin.
Por supuesto que El Huérfano, Mis Harapos, La canción del linyera o la yupanquiana Los ejes de mi carreta, algunos de sus más grandes éxitos de aquellos años, ya no gozarán del fervor popular. Las letras de tales canciones son hoy anacrónicas. Pero el festivo rasguido doble El rancho ‘e la Cambicha sobrevivirá por siempre como una de las grandes creaciones del cancionero popular argentino. Hace algunos años la grabó Teresa Parodi y su versión es, también, excelente.
Antonio Tormo, pues, y El rancho ‘e la Cambicha.
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